El mar es un lugar de encanto y misterio, peligros y descubrimientos; y es al mismo tiempo sinónimo de libertad. En occidente, la libertad ha sido históricamente asociada al universo masculino, y por eso no causa sorpresa que los relatos de navegantes, capitanes, marineros y náufragos casi siempre han tenido como protagonistas a los varones. Sin embargo, y afortunadamente, las fronteras entre las profesiones consideradas “tradicionalmente” como femeninas y masculinas se han vuelto difusas, y el contexto habilita los debates necesarios para empezar a trascender los estereotipos de género.
Luján Pagnossin trabaja en el Centro Austral de Investigaciones Científicas de Ushuaia desde el año 2014 como timonel de las embarcaciones y es la primera mujer del CONICET en desempeñar este cargo. Oriunda de La Plata, comanda el Don Pedro y acompaña a investigadores, becarios y asistentes en sus labores de trabajo de campo en el canal de Beagle, formando parte del proceso de construcción del conocimiento sobre el océano, la flora y la fauna marino costeras. Además, tiene la habilitación de buzo científico y su trabajo es fundamental para el funcionamiento de la sección de Náutica del CADIC.
SURCANDO LOS MARES AUSTRALES
Tierra del Fuego es parte de su vida desde que era estudiante de biología en la Universidad. En las temporadas de verano hacía pasantías en Harberton, donde empezó a interesarse por los secretos del mar y encontró finalmente sus dos pasiones: la navegación y la ciencia.
Luján se inició en el universo de la navegación hace 13 años. En sus comienzos, solía acompañar una “lancha de prácticos” (pequeñas embarcaciones asisten a los grandes buques haciendo más seguro el embarque y desembarque) que iba desde Ushuaia hasta Harberton y era capitaneada por Néstor, un amigo que la introdujo en la profesión y la motivó a realizar el curso de “marino mercante” en Prefectura y a sacar la habilitación de conductora náutica y de timonel.
“Tengo también la curiosidad de todo lo que es naturaleza, biología, de estudiar, del conocimiento por conocimiento mismo, por eso el trabajo que tengo me gusta. Me gusta estar arriba de un bote, despachar el bote, navegar, es un desafío diario salir a navegar pero por otro lado tengo la curiosidad de saber qué están haciendo los investigadores. Entonces no puedo negar que es el mejor trabajo que puedo tener”.

Es la primera filmación de marsopas abajo del agua.”
Luján se dedica también al mantenimiento de la embarcación y a solucionar los imprevistos y averías que suceden al momento de navegar.
“Ha pasado que apoyas el pontón y se te desinfla un pedazo. Y tenés que sacar el bote, arreglarlo, parcharlo… A los motores no les meto mano, salvo medir el aceite o arrancarlo manualmente. Pero no le saco las bujías, no le hago los cambios de aceite porque prefiero que lo haga otra persona que sabe. Después arreglar la tela sí, o las pinturas de las identificaciones del bote, el número de matrícula, el nombre y la bandera argentina. Todas esas cosas las hago”.
“Es un ámbito machista y es un trabajo que tradicionalmente fue hecho por hombres. Tenés que tener un carácter para no sólo abrirte el camino, sino también tolerarlo mientras lo estás transitando. Cuando yo hice el curso éramos 12 mujeres. De las 12 que lo hicimos, 10 lo terminamos, algunas se embarcaron. Hay una navegando en un barco pesquero, y de esa camada soy la única que siguió navegando, y fui la única que siguió cambiando habilitaciones superiores. La mayoría son varones y tenés comentarios como “las mujeres no navegan”, “no son capaces de navegar”. Y eso es mentira, porque es maña, encontrar el modo de hacer las cosas sin hacer tanta fuerza, para no romperte vos porque es tu cuerpo, es como todo trabajo, pero está el imaginario de que siempre son varones los que lo hacen y las mujeres no lo pueden hacer, porque no son capaces y la verdad es que si, somos capaces”.